La lluvia sobre telón, empapado de furor y grandeza del vacío, con irremediable suspiro de grandeza ante tal inhumano deseo. Laberinto vespertino de la cotidianidad, entre las paredes del llanto y la excelencia, cuya paz perdura en el recinto del estoicismo. Campo abierto donde los niños juegan entre las vicisitudes del amor, sin saber que lo verdadero no es más que la cercanía a lo celeste del atardecer, justo antes de la partida del amor.
Elogiamos la locura como lo sagrado en nuestra vida, vivir es suficiente para algunos pero hace tiempo que tengo momentos en que solo recuerdo las palabras del ayer y mi viaje al egeo, y en pleno pensar una voz nos llega desde afuera y nos adentra con su luz y por primera vez pensamos estar en la razón con respecto a nuestros sentido, teniendo así la esencia de la existencia y encontrando el elixir de los antiguos dioses. Con tu mirada me trasmites una gran seguridad del presente de quien, me motiva a buscar mi futuro en ti y en la vida; e incluso póstumo.
Tu sola presencia me llena de alegría y pasión, me complementa espiritualmente y derrota al héroe de terciopelo que llevo en mí, tus ojos me llenan de luz tenue y perfecta, tu sonrisa me guía al sendero del éxtasis eterno y tu forma de ser me lleva a una interminable aventura que disfrutaría hasta el final de los tiempos. Y por primera vez en mi largo camino, he dejado atrás a mis enemigos y no me queda la duda de un porvenir mejor. Un porvenir mejor que lo veo perderse en la distancia todo los iaugardagur al inicio del crepúsculo.
Thiaggo.
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