Y al final
has regresado.
Escalando las montañas
de papeles y panfletos.
Cruzando el escritorio
y vertiendote de pronto.
No pensé haberte perdido
pero sí abandonado.
Aunque siempre te veía
En el claustro: sagaz e intrépida,
desordenada, pura y viciosa.
No me entero de tu tardanza
me alegra tanto tu regreso
y me apena tu prolongada ausencia.
Me encanta escribirte, suspirarte
destrozarte y recrearte.
Te he anhelado con dulzura
y plácido confort.
Siempre espero
que el tiempo no nos separe
ni hoy ni nunca
mi querida, rota, fresca y odiosa
poesía.